domingo, 30 de enero de 2011
Miguel Strogoff
jueves, 27 de enero de 2011
Rosales que pinchan con amor
martes, 25 de enero de 2011
El dólar de la suerte
sábado, 22 de enero de 2011
De carne y hueso
jueves, 20 de enero de 2011
Súbele las faldas a California y fóllatela
martes, 18 de enero de 2011
Futuro incierto para los planes de hoy
domingo, 16 de enero de 2011
Si me lleva el diablo que me lleve en coche
Salir a dar un paseo por el barrio te permite ver una serie de clichés propios de cualquier telemovie. Así que esta mañana me he lanzado a la calle y he tomado unos cuantos vídeos.
La anécdota más memorable ha sido cuando me he acercado a una Iglesia Presbiteriana. Desde fuera ya cumplía todos los requisitos de autenticidad, y ha sido cuando he mirado dentro cuando he empezado a pellizcarme por si, por descuido, aún estaba amodorrado . En su interior destacaba un hombre negro pegando gritos alabando el poder todopoderoso de Dios. Por supuesto este señor estaba acompañado de una cuadrilla de señoritas bien vestidas que le hacían los coros. Los responsables de dicho espectáculo, reforzado con un Power Point donde podías seguir la letra de las canciones, debían ser de algún país sudamericano. Irresponsable de mí se me ha ocurrido preguntar si podía grabar el interior de la iglesia, encendiendo la mecha de estos piratas espirituales. Al final, como era de esperar, han estado unos cuantos minutos intentando convencerme para pertenecer a su comunidad, diciéndome que junto a ellos tendría la oportunidad de reforzar mi alma y estar bajo la protección de Dios como si de un capo siciliano se tratase. Tras varios intentos diplomáticos de evasión el cerrar la boca y dar la espalda fue el más efectivo.
Al volver a casa e improvisado, ante mi asombro pues pensaba que era una locura, una comida mezclando plátano, fresas, manzana, mantequilla, tomates y pan componiendo un delicioso Kebab. De nuevo se demuestra que el ser humano es único adaptándose a su entorno.
Tras dos capítulos de Futurama tratando de que el colesterol no hiciera de las suyas me han llamado Valeria y Meira. Estas dos chicas cuya nacionalidad no voy a desvelar pues viene siendo evidente, me han adoptado esta tarde para enseñarme la ciudad. Así que me he montado en su coche y me han llevado de paseo por Northridge. Entre distintas conversaciones he sacado a la luz el tema de las armas en este país y del miedo de mis progenitores por la fama de pistoleros que tienen varios distritos de la ciudad. "Siempre me han atraído los barrios pobres y conflictivos, así que los de Los Angeles me gustaría verlos aunque voy a tener que resignarme", comenté sin esperar una respuesta como la que me dieron. "Vamos".
Pues sí, estas dos pendejas han conducido hacía Downtown y un servidor se ha paseado entre casas centenarias y calles ausentes de simpatía. Ahora que me ha encantado. Ha sido como un viaje por Disneyland donde Mickey Mouse se metía crack y Blancanieves era explotada en las esquinas por pequeños puertorriqueños.
Sinceramente ha sido emocionante ese viaje, además de quitarme una espinita clavada. Aunque me faltó llevarme la cámara.
Aquí pongo el link del vídeo que hice esta mañana:
sábado, 15 de enero de 2011
La última canción
Hollywood ya se va pareciendo cada vez más a una necrópolis romana que a la prestigiosa ciudad que le dio fama. Los edificios con los carteles de “For lease” van perdiendo la vergüenza, debido a su propia desesperación, por caer en manos de viejos millonarios cuyos caprichos abusan de la razón.
De todos modos, sientes una sacudida cuando te encuentras ante la huella de deidades como John Wayne, Jack Lemmon, Walter Matthau, Marilyn o, entre otros, Humphrey Bogart. Por supuesto coetáneos nuestros como Kevin Spacey, Robert Duvall o Robert Zemeckis (al que le guardaré todo mi amor por siempre) consiguen ponerte la piel de gallina cuando estás ante su estrella. Y es que para todo aquel que sea un cinéfilo, o aprendiz de, siente una extraña conexión hacia estos personajes. El sentimiento de familiaridad hacia aquellos que te han hecho reír, llorar y te han ido enseñando una manera de vivir. En gran parte soy como soy gracias al cine, estúpidamente en diversas situaciones me he llegado a preguntar como actuaría Humphrey, Eastwood, Groucho o Lemmon. La mezcla es extraña pero no me digáis que de ella no saldría el prototipo de hombre perfecto.
Hollywood es un lugar para mirar al suelo. De hecho no levanté la cabeza más que para ver el Teatro Kodak, donde se celebran los Premios de la Academia, y el famoso teatro chino, que inevitablemente conecté con Hora Punta.
Desgraciadamente los buenos tiempos pasaron de largo, ya no se podrá ver a un John Wayne enamorado de California comprando en un supermercado de Hollywood. Ahora los célebres teatros de Sunset Boulevard rinden honor al nombre de la calle. Se pueden ver los antiguos carteles anunciando grandes obras pero en su interior hay tiendas de souvenirs, supermercados o licorerias. Las estrellas del Paseo de la Fama están destinadas a los famosos actuales como Ricky Martin, Cristina Aguilera, gemelas Olsen o Britney Spears. Esto realmente me dejó en shock. Pero bueno, tenemos los ídolos que nos merecemos. Otra prueba más de la decadencia de nuestros tiempos.
Salimos de ese parque de atracciones y fuimos a unas tiendas de antigüedades, Roy es un cazatesoros y se le ve como pez en el agua en estas tiendas. La primera que visitamos marchaba a manos de un simpático inglés prototipo de anglosajón homosexual que vino a Hollywood con una gran cultura y forrado. Nos tomamos un té, como no, y demostró una afabilidad y educación propia de su clase. Roy y él mantuvieron una larga conversación sobre arte mientras yo escuchaba atento y asentía como si supiera de lo que estaban hablando. Saludar y sonreír.
La próxima tienda que visitamos me reveló algo muy importante sobre este viaje, su significado. Mientras caminaba entre apretados pasillos donde se levantaban torres de reliquias americanas me vi con un retrato de John Wayne. En él aparecía una carreta de vaqueros en un paisaje de western puro. En el centro estaba él. Pañuelo al cuello, sombrero de vaquero y la mirada de alguien que no sabe muy bien cual es su lugar, pero que el sol, libertad y agitado Sur le mantiene ocupado. Ahí descubrí que venía movido por la nostalgia. Esa es la palabra en la que se basa mi marcha. Y de ahí viene mi desilusión al ver que Hollywood ni siquiera es llamada así, sino Hollyweird. Aunque también hay que saber leer entre líneas, y como ya sé en que se basa todo esto ya sé donde encontrar las respuestas que necesito, en las personas mayores.
Por eso me tiro horas hablando con Roy, porque él vino aquí en los setenta. Me cuenta los buenos tiempos donde Los Angeles era una ciudad tranquila donde la gente prosperaba y vivía tranquila, lejos de las bandas actuales y sus peligrosas reyertas. Así fue como hablando con la dueña de esta última tienda, se me ponía la piel de gallina diciéndome que fuera a Dogtown donde ella había visto a Tony Alva, al que aún se puede ver aunque mayor, descendiendo con su skateboard para saltar al Océano. O se movía por la noche por los Clubs de Hollywood encontrándose actuaciones de Frank Sinatra, Cole Porter, The Doors, Dylan o Hendrix. El problema es que yo vine para ver eso, y por supuesto llegué tarde.
Aunque aún me sigo sobrecogiendo cuando en un Tommy´s suena Shirley & Company o uno de los artistas de época. Aunque ya no están en vivo su espíritu corre por el aire de esta ciudad.
También ha sido muy positivo el encuentro con la cultura popular mexicana. De la cual he sido admirador estos últimos años y me hace disfrutar de conversaciones con gentes de dicha nacionalidad. Me encanta encontrar en gente como Umberto la filosofía que encierran las letras de Jorge Negrete, Jose Alfredo Jiménez o Antonio Aguilar. Quizás por ahí también podría enfocar mi aprendizaje.
Ayer volvimos a visitar a Umberto. Como siempre que voy al salir me llevo algo conmigo y esta vez fue un vídeo, una foto y unos cuantos pensamientos.
Link:
http://vimeo.com/18809991
miércoles, 12 de enero de 2011
Abolir la esclavitud no es derogar el racismo
No entiendo esta ciudad. ¿Cómo puede existir el racismo en un lugar donde el 90% de los habitantes son inmigrantes? El ser humano es estúpido, siempre acudimos a los detalles superficiales de alguien para defendernos de nuestros propios miedos. Si los chinos conquistan el negocio de tu barrio no es porque tú no trabajas lo suficiente, es que esos “amarillos” nos invaden y ellos son los malos. Si un negro en esta ciudad mata a alguien o roba un establecimiento es porque los negros son así por naturaleza, nada tiene que ver que viva en la miseria, nada. La prueba más clara de que un grupo étnico se ha integrado en la sociedad norteamericana es la práctica de la xenofobia.
Hoy he conocido a Ana Guzmán, una mexicana proveniente de Guadalajara. Ana tiene unos treinta y cinco años y trabaja en una tienda de móviles en el centro comercial de Northridge. Todos los días se levanta de su diminuto apartamento en Inglewood, porque no puede permitirse vivir en ninguna urbanización de Los Angeles, y se va a su trabajo donde labora sin descanso. El salario mínimo en esta ciudad es de 1100 dólares, una renta de un apartamento medio es de 800 dólares. Ana es una mujer muy simpática, le he dicho que soy español y aunque al principio ha sido un poco reticente para entablar conversación cuando ha visto que soy buen chico me ha abierto la puerta. Ella es feliz aquí, al menos más que en su México natal.
Lo que me ha molestado es lo siguiente. Una mujer de origen persa cuyo estatus social es alto, porque el standing de una persona se mide por el disfraz que llevamos y no por la buena educación, tenía un gran dilema: ¿me compro un Ipod o una Blackberry? Ana ha estado aguantando durante más de una hora enseñándole todas las prestaciones del móvil y al fin y al cabo haciendo bien su trabajo. Ana me lanzaba miradas cómplices y yo solo podía responder con una sonrisa estúpida que era fruto de la vergüenza que estaba soportando. No voy a entrar en detalles de dicha conversación, porque no se la merece, aunque podéis imaginaos el patético conflicto que se estaba planteando. Entre gritos, como la mujer no se entendía poniendo en evidencia su ignorancia, decide dejar la tienda sin comprar nada solo porque “esa incompetente mexicana” no ha sabido hacer bien su trabajo. Para colmo uno de los empleados era negro. Por supuesto se ha referido a los negros como gente que no quiere trabajar y han sido creados por la naturaleza para robar o matar. Aquí los negros están por debajo de los mexicanos, y eso que los pobres últimos tienen menos derechos que los gatos que deambulan por las limpias calles de Los Angeles. Son llamados mayota, así es como los latinos denominan a una especie de abeja negra que suele posarse en defecaciones y basura.
Esta mañana mismo lo estaba hablando con Roy. Es una idea onírica pero la vida es bastante más sencilla cuando sueñas. Esto lo han dicho grandes personajes de la historia y no desvelo nada nuevo pero que bien estaría un mundo sin fronteras. Supongo que estas son las ideas que de verdad cobran importancia cuando eres un inmigrante y tu estancia depende del sello de un visado. Que me estáis contando que yo solo debo estar aquí tres meses, la tierra pertenece al hombre. Debería poder andar por el mundo como si fuera mío.
Odio comentarios que a veces escucho a mi alrededor. Cuando un árabe dice que los negros son basura me dan ganas de responderle que él en mi país también es considerado por mucha gente basura, y si está de acuerdo. Esta ciudad está llena de muros, don´t fence me in man!
Es curioso ver como odian a esos niggers y luego adoran a Kobe Bryant en el estadio.
Me hierve la sangre cuando siento el racismo cerca. Es como si la historia no nos hubiese enseñado nada y siempre caemos en los mismos errores. Tememos lo que no conocemos. La gente viaja a otros países y no se mezcla con el pueblo, donde está la sabiduría, el alma de cada país. Y así seguiremos discriminando a ciertas razas por ser pobres, y no va a cambiar la situación porque no conviene. Siempre vendrán más extranjeros a alimentar la pobreza y ocupar los puestos más bajos; porque el pobre campesino charro, con sus escasos cinco dólares a la hora, aquí podrá comprar cosas que en su aldea ni hubiera soñado.
La historia de Ana es solo una de los miles de relatos huérfanos de dignidad que hay en América. Tierra levantada por inmigrantes que tras siglos de esclavitud aún no han recuperado la honra que se merecen y por la que trabajan día a día.
martes, 11 de enero de 2011
WELCOME TO THE UNITED STATES OF MÉXICO
Se puede considerar que hoy ha sido mi primer día en Estados Unidos. Ha sido un día muy completo, me dejé el turismo histórico y con Roy como guía hemos dado un paseo social por la ciudad, sus barrios, culturas y gentes.
Me desperté con la gran noticia de la incorporación de un nuevo miembro a la familia. Delgadito y largo, como describe su padre, vino Rubén al mundo. Segunda generación Rabbani en tierra manchega, este crío no sabe la suerte de nacer en el nido que le tocó. Bienvenido a la familia.
Después de desayunar y esos menesteres de escaso interés conocí a Alí. Un Pakistaní que como muchos emigró a este país y ahora trabaja en esta oficina. Alí es el contable, se pasa el día llevando presupuestos y removiendo papeles. Roy me ha planteado el trabajar para él, lo cual me ha parecido bien. Si Alí me enseña el oficio de contable seguro que en el futuro me servirá más que vender pollo en Popeyes, aunque esto último sea más divertido.
Roy llegó sobre las nueve de la mañana, rebosante de energía. Con él me fui a conocer a otro amigo suyo, este es Indio, al que llama constantemente “El Patrón” (tal como suena, aquí el spanglish mexicano podría ser lengua oficial). “El Patrón” es el tipo que se encarga de conseguir cosas, de hecho hoy hemos estado en su garaje. En él guarda decenas de cajas llenas de camisetas, sudaderas, miscelánea, etc. Es un tipo rollizo de aspecto bonachón. Me ha regalado un móvil y dos camisetas de Jägermeister. El domingo me ha invitado a trabajar en un mercado donde planta su puesto, allí tendré que estar a las cinco de la mañana.
Otro de los puntos de interés donde he estado hoy es la casa de Roy. Allí he conocido a su mujer, no consigo acordarme de su nombre, que es una norteamericana de ascendencia mexicana. Esta mujer es increíble, tiene cincuenta y cinco años y la actividad de una jovencita de veinte. Esta mujer tiene la manía de comprar y recoger antigüedades. Tiene un estante entero lleno de objetos de distintos colores, todos fabricados en California. Ella comenta que cada color corresponde a una década, así como el azul es de los ’40 el amarillo corresponde a los ’70. Y esto es solo un ejemplo, porque toda la casa está llena de relojes de pie; mesas de hace muchos años; sillones; santos y un largo etcétera. Hemos estado hablando en una mezcla de mexicano e inglés que solo en esta zona se puede practicar. Me ha explicado la filosofía californiana del “who cares”, esto es que aquí nadie se preocupa por el que dirán. Y es cierto, puedes ver gente por la calle vestida de la forma más informal que puedas imaginarte, como si estuvieran en casa, y a nadie le importa. Aunque parezca una obviedad lo que estoy diciendo pocas veces se practica. Hay mucha gente que se viste para los ojos del resto más que para su propia comodidad. Aquí, por lo que se dice, puedes ver a una estrella de Hollywood en chandal y pantuflas comprando en el mismo supermercado que el resto. Eso es algo que hay que aprender.
De ahí nos hemos marchado a una de las tiendas de pollos. Allí he conocido a José, el “salvadoreño loco”. Es un hombre pequeño con un bigote muy largo y un fuerte acento latino. Otro de los trabajadores humildes que tratan de mantener a su familia en esta ciudad animal.
Esta ciudad es muy complicada. Voy a intentar explicar como se divide. Desde el avión ya te puedes fijar que está dividida en cuadras que forman barrios. El barrio donde me hospedo es multicultural aunque esto no es lo común. Hay barrios para mexicanos, negros, árabes, iraníes, blancos, salvadoreños, panameños, guatemaltecos y así podría seguir hasta la saciedad. Lo curioso es que jamás verás viviendo en un barrio mexicano a alguien que no es de allí, y también es interesante ver como la vida interna de cada barrio es distinta. En un barrio estrictamente mexicano que hemos estado hoy, visitando a la suegra de Roy, se puede ver solo negocios cuyos letreros están en español: taquitos, barberías, burritos, asesores criminales...
Después de visitar a la suegra de Roy, una vieja mexicana que después de décadas viviendo aquí solo habla español, porque entre su terquedad y falta de necesidad nunca aprendió inglés. Su máxima preocupación hacia mí era que me alejase de las bandas, no me casase con una mexicana y aprendiera inglés.
La noche me esperaba una sorpresa más. Conocí a Umberto, el “mexicano loco”. Este hombre regenta un negocio de compra-venta. Este pequeño mexicano con cara de loco y risa sonora ha vivido mil experiencias de lo más extravagantes. Por ahora malvive vendiendo todo tipo de instrumentos como tablas de surf, botas de snow, ropa y mil historias más. Lo increíble ha sido que nada más entrar al negocio de fondo estaba sonando Joaquín Sabina, del cual Umberto ha reconocido ser un gran admirador. Hemos estado hablando durante un buen rato, contándome historias de noches de parranda a la provinciana. Justo antes de irme me ha dicho como llaman a los españoles en México, nos llaman gachupinos. Y es que gachu significa maligno, históricamente proviene de aquellos hombres malos que vinieron del mar y se los cargaron a montones.
Como no podía ser de otra manera estoy terminando la noche comiendo una gran pizza de pepperoni comprada en Little Caesars y viendo a los Lakers contra Cleveland.
Pd: hoy solo he visto a un americano, era un veterano de guerra al lado de la autovía, postrado en su silla de ruedas adornada con dos banderitas americanas a cada lado y con la mirada y la voz perdidas en el aire.
lunes, 10 de enero de 2011
WELCOME TO THE UNITED STATES OF AMERICA
Acaba de comenzar mi viaje hacia Los Angeles. Acostumbrado a los incómodos viajes de Ryanair, o más adecuado “Air Bus”, a los que cogí cariño, ahora me encuentro eufórico al encontrarme en un Boeing más parecido a un modesto hotel que a un medio de transporte. Después de atravesar pasillos y puertas a lo largo del avión he encontrado mi lugar. Sorpresa la mía el descubrir sobre mi asiento una serie de regalos inesperados, como una almohada; un par de calcetines; unos auriculares; un cepillo y pasta de dientes; una manta; y, por último, un antifaz. Por supuesto también vienen como complementos una serie de revistas que deben ser el ultimo grito en la moda Angelina, por ahora es demasiado pronto para saberlo, sinceramente tampoco me apetece descubrirlo, son caca.
Tengo una sensación muy buena dentro de mí, puedo compararla a la que tuve cuando me fui a Polonia de Erasmus. Sabía que iba a ir bien, y así aconteció. De todas formas, el objetivo del viaje es distinto. Mientras que el Erasmus fue una excusa para salir de casa a vivir un festival de juergas durante seis meses, ahora quiero descubrir de qué soy capaz y aprender de lo bueno y lo malo que me ofrezca este país.
Y así es como surge este viaje. De una situación laboral depresiva en España, de una fuerza interior que pide libertad y superación, al fin y al cabo, de las ansias de aventura de las que muchos estamos enfermos. Me voy a una ciudad que desconozco, ni siquiera me he hecho una idea de lo que me puedo encontrar, ni expectativas, ni un plan en concreto. Por supuesto que no va a ser fácil, y es que una cosa que aún no sé y espero que este viaje me enseñe es que no es sencillo vivir, pero que aún así se puede ser feliz sabiendo quién eres y conociendo los valores necesarios para existir.
El avión arranca los motores y tengo que apagar el ordenador.
Diez horas después.
Todo el camino he estado intercalando estados de sueño, vi la película Goodfellas y varios capítulos de Mad Men. La chica que está sentada junto a la ventana la cerró en el Atlántico y no la abrió hasta ahora. Nada más ver el paisaje he tenido que levantarme e ir a una ventana libre para contemplar el espectáculo. Debajo de nosotros se encuentra una tierra tan vasta que ni siquiera desde nuestra posición se puede descubrir ningún núcleo urbano. El terreno es árido y marrón intercalando grandes planicies junto a cadenas montañosas bañadas en nieve. Se pueden vislumbrar grandes lagos de agua azul clara que se comunican entre ellos por ríos grandes y pequeños canales. No puedo parar de imaginar el mundo salvaje que bulle debajo de mí, en mi mente solo existe una tierra regida por lobos. Quiero bajar. Una azafata se acerca y me explica lo que estoy viendo justo ahora mismo, me aguarda ver una ciudad faraónica en medio de un desierto. Por supuesto hablo de Las Vegas, Nevada. Es impresionante esta ciudad, hirviendo entre cordilleras blancas y hundida en un valle seco. Sus edificios se levantan hacia el cielo desafiando a las montañas y desde aquí arriba parece un gran tapón de bañera que mantiene vivo esta gran mina de dólares. Tiene un estilo ostentoso que refleja el orgullo americano, porque aquí todo es gigante.
La tripulación amenaza turbulencias y pide que ocupemos nuestros puestos. Debo apagar el ordenador. Mientras tanto seguiré obnubilado con esta tierra, la cual me pide a gritos que ponga los pies en el suelo y empiece mi aventura.
Son las 21.02 en Los Angeles, California. Al final me he hospedado en la oficina del Popeyes, en una de esas casas prefabricadas que abundan en muchos barrios de Estados Unidos. La situación es buena, me encuentro en el Valle de San Fernando; zona residencial tranquila.
Hoy he conocido a Roy, un iraní que hace cuarenta años llegó a esta ciudad y prosperó. No me extraña nada que lo hiciera, viendo el modo en el que se mueve y actúa te das cuenta que no tiene miedo a nada. Una persona sin miedo es invencible. Se ha convertido en mi mentor y guardián en este planeta de animales al Sur de América del Norte.
Cada viaje que he realizado viene acompañado con un episodio entre cómico y dramático: en Berlín me perdí bajo un frío horroroso, en Sicilia me mordió un perro de la guardia de finanzas, en Turquía me pegaron en una playa por estar con una chica, en Marruecos volví loco a mis amigos por no encontrar el pasaporte... pues aquí me ha pasado algo más común aunque no menos molesto, me han perdido la maleta. Estos cabrones de British Airways no tienen ni idea de donde anda, porque tienen registrada su salida de Madrid y no la llegada a Los Angeles. Conforme he ido necesitando los utensilios que tenía dentro he ido cayendo en la magnitud de la pérdida: ropa interior, bolsa de aseo, babuchas, lentillas, aparato de dientes, ropa... Bueno, espero que en unas días la devuelvan a casa.
Ahora toca dormir, que el día ha sido muy cansado y aunque aquí sean las 21.27 en España son las 6.27 de la mañana, y aún llevo ese horario. Me acuerdo de mucha gente estando aquí, todos aquellos con los que he compartido mucho y estos últimos días me han demostrado de una forma u otra que puedo contar con ello@s para lo que sea, y esto es recíproco claro.
Lo que tengo claro, y solo llevo aquí desde las tres de la tarde, es que esta es la mejor decisión que podía tomar. Y eso me hace sentirme orgulloso. Pase lo que pase este viaje ya ha sido un triunfo.