sábado, 15 de enero de 2011

La última canción

Hollywood ya se va pareciendo cada vez más a una necrópolis romana que a la prestigiosa ciudad que le dio fama. Los edificios con los carteles de “For lease” van perdiendo la vergüenza, debido a su propia desesperación, por caer en manos de viejos millonarios cuyos caprichos abusan de la razón.


De todos modos, sientes una sacudida cuando te encuentras ante la huella de deidades como John Wayne, Jack Lemmon, Walter Matthau, Marilyn o, entre otros, Humphrey Bogart. Por supuesto coetáneos nuestros como Kevin Spacey, Robert Duvall o Robert Zemeckis (al que le guardaré todo mi amor por siempre) consiguen ponerte la piel de gallina cuando estás ante su estrella. Y es que para todo aquel que sea un cinéfilo, o aprendiz de, siente una extraña conexión hacia estos personajes. El sentimiento de familiaridad hacia aquellos que te han hecho reír, llorar y te han ido enseñando una manera de vivir. En gran parte soy como soy gracias al cine, estúpidamente en diversas situaciones me he llegado a preguntar como actuaría Humphrey, Eastwood, Groucho o Lemmon. La mezcla es extraña pero no me digáis que de ella no saldría el prototipo de hombre perfecto.


Hollywood es un lugar para mirar al suelo. De hecho no levanté la cabeza más que para ver el Teatro Kodak, donde se celebran los Premios de la Academia, y el famoso teatro chino, que inevitablemente conecté con Hora Punta.


Desgraciadamente los buenos tiempos pasaron de largo, ya no se podrá ver a un John Wayne enamorado de California comprando en un supermercado de Hollywood. Ahora los célebres teatros de Sunset Boulevard rinden honor al nombre de la calle. Se pueden ver los antiguos carteles anunciando grandes obras pero en su interior hay tiendas de souvenirs, supermercados o licorerias. Las estrellas del Paseo de la Fama están destinadas a los famosos actuales como Ricky Martin, Cristina Aguilera, gemelas Olsen o Britney Spears. Esto realmente me dejó en shock. Pero bueno, tenemos los ídolos que nos merecemos. Otra prueba más de la decadencia de nuestros tiempos.


Salimos de ese parque de atracciones y fuimos a unas tiendas de antigüedades, Roy es un cazatesoros y se le ve como pez en el agua en estas tiendas. La primera que visitamos marchaba a manos de un simpático inglés prototipo de anglosajón homosexual que vino a Hollywood con una gran cultura y forrado. Nos tomamos un té, como no, y demostró una afabilidad y educación propia de su clase. Roy y él mantuvieron una larga conversación sobre arte mientras yo escuchaba atento y asentía como si supiera de lo que estaban hablando. Saludar y sonreír.


La próxima tienda que visitamos me reveló algo muy importante sobre este viaje, su significado. Mientras caminaba entre apretados pasillos donde se levantaban torres de reliquias americanas me vi con un retrato de John Wayne. En él aparecía una carreta de vaqueros en un paisaje de western puro. En el centro estaba él. Pañuelo al cuello, sombrero de vaquero y la mirada de alguien que no sabe muy bien cual es su lugar, pero que el sol, libertad y agitado Sur le mantiene ocupado. Ahí descubrí que venía movido por la nostalgia. Esa es la palabra en la que se basa mi marcha. Y de ahí viene mi desilusión al ver que Hollywood ni siquiera es llamada así, sino Hollyweird. Aunque también hay que saber leer entre líneas, y como ya sé en que se basa todo esto ya sé donde encontrar las respuestas que necesito, en las personas mayores.


Por eso me tiro horas hablando con Roy, porque él vino aquí en los setenta. Me cuenta los buenos tiempos donde Los Angeles era una ciudad tranquila donde la gente prosperaba y vivía tranquila, lejos de las bandas actuales y sus peligrosas reyertas. Así fue como hablando con la dueña de esta última tienda, se me ponía la piel de gallina diciéndome que fuera a Dogtown donde ella había visto a Tony Alva, al que aún se puede ver aunque mayor, descendiendo con su skateboard para saltar al Océano. O se movía por la noche por los Clubs de Hollywood encontrándose actuaciones de Frank Sinatra, Cole Porter, The Doors, Dylan o Hendrix. El problema es que yo vine para ver eso, y por supuesto llegué tarde.


Aunque aún me sigo sobrecogiendo cuando en un Tommy´s suena Shirley & Company o uno de los artistas de época. Aunque ya no están en vivo su espíritu corre por el aire de esta ciudad.


También ha sido muy positivo el encuentro con la cultura popular mexicana. De la cual he sido admirador estos últimos años y me hace disfrutar de conversaciones con gentes de dicha nacionalidad. Me encanta encontrar en gente como Umberto la filosofía que encierran las letras de Jorge Negrete, Jose Alfredo Jiménez o Antonio Aguilar. Quizás por ahí también podría enfocar mi aprendizaje.


Ayer volvimos a visitar a Umberto. Como siempre que voy al salir me llevo algo conmigo y esta vez fue un vídeo, una foto y unos cuantos pensamientos.


Link:

http://vimeo.com/18809991


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