martes, 11 de enero de 2011

WELCOME TO THE UNITED STATES OF MÉXICO

Se puede considerar que hoy ha sido mi primer día en Estados Unidos. Ha sido un día muy completo, me dejé el turismo histórico y con Roy como guía hemos dado un paseo social por la ciudad, sus barrios, culturas y gentes.


Me desperté con la gran noticia de la incorporación de un nuevo miembro a la familia. Delgadito y largo, como describe su padre, vino Rubén al mundo. Segunda generación Rabbani en tierra manchega, este crío no sabe la suerte de nacer en el nido que le tocó. Bienvenido a la familia.


Después de desayunar y esos menesteres de escaso interés conocí a Alí. Un Pakistaní que como muchos emigró a este país y ahora trabaja en esta oficina. Alí es el contable, se pasa el día llevando presupuestos y removiendo papeles. Roy me ha planteado el trabajar para él, lo cual me ha parecido bien. Si Alí me enseña el oficio de contable seguro que en el futuro me servirá más que vender pollo en Popeyes, aunque esto último sea más divertido.


Roy llegó sobre las nueve de la mañana, rebosante de energía. Con él me fui a conocer a otro amigo suyo, este es Indio, al que llama constantemente “El Patrón” (tal como suena, aquí el spanglish mexicano podría ser lengua oficial). “El Patrón” es el tipo que se encarga de conseguir cosas, de hecho hoy hemos estado en su garaje. En él guarda decenas de cajas llenas de camisetas, sudaderas, miscelánea, etc. Es un tipo rollizo de aspecto bonachón. Me ha regalado un móvil y dos camisetas de Jägermeister. El domingo me ha invitado a trabajar en un mercado donde planta su puesto, allí tendré que estar a las cinco de la mañana.


Otro de los puntos de interés donde he estado hoy es la casa de Roy. Allí he conocido a su mujer, no consigo acordarme de su nombre, que es una norteamericana de ascendencia mexicana. Esta mujer es increíble, tiene cincuenta y cinco años y la actividad de una jovencita de veinte. Esta mujer tiene la manía de comprar y recoger antigüedades. Tiene un estante entero lleno de objetos de distintos colores, todos fabricados en California. Ella comenta que cada color corresponde a una década, así como el azul es de los ’40 el amarillo corresponde a los ’70. Y esto es solo un ejemplo, porque toda la casa está llena de relojes de pie; mesas de hace muchos años; sillones; santos y un largo etcétera. Hemos estado hablando en una mezcla de mexicano e inglés que solo en esta zona se puede practicar. Me ha explicado la filosofía californiana del “who cares”, esto es que aquí nadie se preocupa por el que dirán. Y es cierto, puedes ver gente por la calle vestida de la forma más informal que puedas imaginarte, como si estuvieran en casa, y a nadie le importa. Aunque parezca una obviedad lo que estoy diciendo pocas veces se practica. Hay mucha gente que se viste para los ojos del resto más que para su propia comodidad. Aquí, por lo que se dice, puedes ver a una estrella de Hollywood en chandal y pantuflas comprando en el mismo supermercado que el resto. Eso es algo que hay que aprender.


De ahí nos hemos marchado a una de las tiendas de pollos. Allí he conocido a José, el “salvadoreño loco”. Es un hombre pequeño con un bigote muy largo y un fuerte acento latino. Otro de los trabajadores humildes que tratan de mantener a su familia en esta ciudad animal.


Esta ciudad es muy complicada. Voy a intentar explicar como se divide. Desde el avión ya te puedes fijar que está dividida en cuadras que forman barrios. El barrio donde me hospedo es multicultural aunque esto no es lo común. Hay barrios para mexicanos, negros, árabes, iraníes, blancos, salvadoreños, panameños, guatemaltecos y así podría seguir hasta la saciedad. Lo curioso es que jamás verás viviendo en un barrio mexicano a alguien que no es de allí, y también es interesante ver como la vida interna de cada barrio es distinta. En un barrio estrictamente mexicano que hemos estado hoy, visitando a la suegra de Roy, se puede ver solo negocios cuyos letreros están en español: taquitos, barberías, burritos, asesores criminales...


Después de visitar a la suegra de Roy, una vieja mexicana que después de décadas viviendo aquí solo habla español, porque entre su terquedad y falta de necesidad nunca aprendió inglés. Su máxima preocupación hacia mí era que me alejase de las bandas, no me casase con una mexicana y aprendiera inglés.


La noche me esperaba una sorpresa más. Conocí a Umberto, el “mexicano loco”. Este hombre regenta un negocio de compra-venta. Este pequeño mexicano con cara de loco y risa sonora ha vivido mil experiencias de lo más extravagantes. Por ahora malvive vendiendo todo tipo de instrumentos como tablas de surf, botas de snow, ropa y mil historias más. Lo increíble ha sido que nada más entrar al negocio de fondo estaba sonando Joaquín Sabina, del cual Umberto ha reconocido ser un gran admirador. Hemos estado hablando durante un buen rato, contándome historias de noches de parranda a la provinciana. Justo antes de irme me ha dicho como llaman a los españoles en México, nos llaman gachupinos. Y es que gachu significa maligno, históricamente proviene de aquellos hombres malos que vinieron del mar y se los cargaron a montones.


Como no podía ser de otra manera estoy terminando la noche comiendo una gran pizza de pepperoni comprada en Little Caesars y viendo a los Lakers contra Cleveland.


Pd: hoy solo he visto a un americano, era un veterano de guerra al lado de la autovía, postrado en su silla de ruedas adornada con dos banderitas americanas a cada lado y con la mirada y la voz perdidas en el aire.


3 comentarios:

  1. No dejes de escribir. Me encanta poder saber de tu día a día con tanto detalle. Te quiero bobito

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  2. muuñuuu (carica de alegria con timidez)

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